Como se ha dicho antes, entendemos la necesidad de producir techo de vivienda pública redistribuida a la ciudad como una oportunidad para la mejora urbana. Para explicar la dimensión urbanística de la estrategia #ATRI a menudo hacemos un paralelismo con la disciplina odontológica.
La calidad de vida de una sociedad se mide con precisión en los dientes de sus habitantes. La salud dental depende de varios factores: Unos son genéticos, otros higiénicos y otros de alimentación, pero finalmente se necesita del acceso a una atención profesional. Los dentistas con pocos medios o conocimientos abusan de la extracción y de las prótesis. Los odontólogos cuidadosos trabajan con más afecto: limpiando a fondo, obturando una caries, colocando una funda, instalando un implante. Salvan la pieza y con ella preservan la salud de los dientes y la identidad de la boca del paciente.
En la ciudad pasa algo parecido. Los buenos urbanistas trabajan con el tejido físico y social existente. Los torpes toman la ciudad como una hoja en blanco y edifican sus grandes polígonos de cerámica esmaltada, duros, perfectos y lejanos, ajenos a la ciudad y a sus propios vecinos.
Una aproximación morfológica a esta idea de una odontología urbana nos permite clasificar las oportunidades de mejora de los tejidos de la ciudad en tres grandes grupos en función de la relación del nuevo con el existente.
A) Inserciones: rehabilitar, cambiar de uso, mejorar la vivienda existente e introducir nueva vivienda en edificación las funciones de la cual han quedado obsoletas. Rellenar.
B) Superposiciones: remontar, agotar la edificabilidad existente y colmatar sectores subedificats. Elevarse.
C) Yuxtaposiciones: pegarse a las medianeras consolidadas que son fruto de divorcios urbanos y edificar contra los testeros ciegos que producen espacios públicos reiterativos y de baja calidad. Casar.