El último paso de la estrategia consiste a edificar los vacíos obtenidos. Esto requiere cinco fases diferenciadas. En primer lugar, habrá que habilitar la base que tiene que recibir la nueva edificación, ya sea con la inserción de saneamientos y cimientos a los terrenos de solares vacíos o espacios libres como con la preparación constructiva de los edificios a remontar y su eventual refuerzo estructural.
A partir de aquí, se sucederán tres fases constructivas que se pueden designar como «obra negra», «obra gris» y «obra blanca».
La «obra negra» incluye todas aquellas operaciones de prefabricación en taller que sirven para preparar elementos modulares trasladables, que incluirán la estructura, la cubierta o los cierres de fachada. Esta fase se puede iniciar mientras se desarrollan los procedimientos burocráticos necesarios para la obtención de la licencia y acaba en el momento en que los elementos prefabricados se disponen en obra, en un tiempo muy reducido.
La «obra gris» consiste en el acabado de los elementos comunes del edificio y en sus instalaciones principales. Se desarrolla a partir de la contratación de profesionales locales y de pequeñas y medianas empresas.
La «obra blanca» consiste en la configuración participativa de los espacios comunes por parte de los futuros usuarios y en la posibilidad de dejar las unidades residenciales inacabadas, para abaratar su construcción y también para evitar distribuciones programáticas que no se adaptan a las necesidades reales de los futuros ocupantes. Los usuarios que puedan y lo quieran, se las harán suyas acabándolas con sus propias manos, contando con el asesoramiento de los talleres de bricolaje asistido. La última fase comprende todas aquellas tareas de mantenimiento e, incluso, de eventual desmontaje de la edificación, que también estarán basadas en los principios de la economía circular, la reducción sostenible de residuos y la redistribución de oportunidades entre las manos pequeñas.